Ángel Vargas
Enviado
Periódico La Jornada
Domingo 21 de octubre de 2012, p. 6
Guanajuato, 19 de octubre. El inconmensurable poder de la música quedó refrendado en la capital guanajuatense en apenas 12 horas. No bien el público había terminado de asimilar la exótica belleza del concierto ofrecido anoche por la Shangai Chinese Orchestra en el Teatro Juárez cuando, al mediodía de este viernes, disfrutó la redentora actuación de la Capilla Flamenca en el Templo de la Valenciana.
Dos agrupaciones con procedencias, características, repertorios y personalidades tan distintas y distantes, pero cuyas respectivas presentaciones cautivaron a quienes llenaron ambos recintos, en ocasión de la 40 fiesta Cervantina, que este domingo llega a su fin.
No hay fronteras, según confirmó el quehacer de ese par de grupos: el primero, originario de China y especializado en el milenario repertorio de aquella nación asiática; el segundo, belga, cuyo quehacer se enfoca en la música barroca.
Maravilló a la audiencia que asistió al Teatro Juárez el virtuosismo y entrega que los ejecutantes prodigaron durante la hora y media de la velada, con casi una quincena de piezas que reflejaron el respeto y la pasión que esa ancestral cultura profesa por la naturaleza.
La primera mitad del programa de la Shangai Orchestra estuvo dedicado a la música tradicional de su país, con obras tersas y diáfanas, varias con ese matiz paradójicamente dulce de la melancolía.
La segunda parte fue una demostración de la apertura cultural de China en años recientes, o por lo menos el puerto de Shangai, al interpretar piezas de la vertiente académica europea o del repertorio popular americano, como Aires gitanos, de Pablo Sarasate, y una guapachosa versión de Tequila.
Fue así, entre la dulce sutileza y el desgarbado frenesí, que la orquesta oriental obsequió un concierto conmovedor y gozoso.
En ese mismo nivel de sutileza e intensidad fue el concierto que ofreció el viernes el ensamble vocal e instrumental Capilla Flamenca, que dio cuenta de un variado programa sin fronteras.
Lo anterior, al incluir piezas de entre 600 y 400 años de antigüedad provenientes de diferentes confines. El primer segmento estuvo dedicado a la música del reino de Flandes; el segundo, al de la España de los 1500, y el tercero y última, a la del México novohispano.
El desempeño de los artistas europeos fue un acto de redención, merced a la alta carga religiosa de las obras interpretadas; ceremonia gozosa y conciliadora de los elementos espirituales y materiales de la naturaleza humana.
Quedaron así, en menos de un día, constatados una vez más la gracia y la dicha, el ilimitado poder de la música. Qué siga sonando. Siempre.
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