H
ace dos años, el abogado Kelly Clark, quien trabaja en la ciudad de Oregon, ganó una importante demanda contra los Boy Scouts of America (BSA) a nombre de Kerry Lewis, quien en los años 80 fue abusado sexualmente por el líder de su tropa. Éste había confesado previamente a la policía los que cometió con otros 17 niños, pero no se imputaron cargos en su contra y se le permitió volver a actuar como guía pocos meses después. Los BSA tuvieron que pagar millonaria indemnización a las víctimas. Al terminar el juicio, Clark tronó contra los Boy Scout por sostener continuas batallas legales para mantener secreta la información sobre los abusos que tenían lugar en la institución. Y sentenció que no tardaría mucho en que toda la inmundicia saliera a flote.
Ese día llegó recientemente cuando el Tribunal Supremo del estado de Oregon ordenó hacer públicas 14 mil 500 páginas de archivos perversos
secretos donde se narran las maniobras que los dirigentes de los Boy Scouts pusieron en práctica para proteger a sus depredadores sexuales mientras sus víctimas sufrían en silencio. Hay casos que datan de hace un siglo cuando el movimiento comenzó su presencia en Estados Unidos, donde tiene más de 4 millones de afiliados.
Los archivos documentan concretamente los abusos sexuales cometidos entre 1959 y 1985 en toda la nación, desde los pequeños poblados mormones hasta ciudades como Los Ángeles. La dirigencia de los BSA se opuso siempre a que se hicieran públicos, pero luego de una tortuosa lucha legal fueron liberados. En ello jugaron un papel clave los medios de comunicación, como The New York Times y The Associated Press, los cuales alegaron que mantenerlos en secreto incumplía la primera enmienda de la Constitución estadunidense, que defiende el derecho a la libertad de información y expresión.
Los archivos demuestran la frecuencia con que fallaron los intentos para proteger a las víctimas de sus abusadores. En ocasiones, con la ayuda de autoridades locales y líderes comunitarios. También, de qué manera los dirigentes de los Boy Scouts conocieron y encubrieron a mil 247 guías pedófilos. El pretexto: proteger el buen nombre y la obra del movimiento y no avergonzar
a miles de víctimas. Ahora el líder de la organización, Wayne Perry, pide disculpas por doquier y admite que las acciones de BSA contra la pedofilia fueron insuficientes, inapropiadas o equivocadas
. Y que todavía no se deshacen de los abusadores que usan la organización de jóvenes exploradores para acechar a los niños
.
El abogado Clark afirma: Las historias que se cuentan allí son reales, una visión sin precedentes de la magnitud de las denuncias que rodean a una organización que se enorgullece de su imagen inmaculada
.
¿Y qué ocurre en México y el resto del mundo?
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