Rombo de Cyprien Gaillard (París, 1980), incluido en la muestra Revelaciones y ruinas. En el vértice superior, se observa una vista parcial de la zona arqueológica de TeotihuacánFoto Alejandra Ortiz
Alejandra Ortiz Castañares
Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Miércoles 12 de diciembre de 2012, p. 3
Milán. Como es común cada año, desde su creación en 2003, la Fundación Nicola Trussardi dedica una exposición individual con entrada gratuita a un artista de renombre internacional en una sede poco convencional de la ciudad, casi siempre un edificio histórico sugerente, singular y no muy conocido.
Este año toca turno al joven artista francés Cyprien Gaillard (París, 1980), con la muestra titulada Revelaciones y ruinas, que concluirá el domingo 16 de diciembre en el cuartel XXIV de Mayo, ubicado en el centro de la ciudad.
El recinto fue sede de un antiguo horno militar que funcionó en la primera mitad del siglo pasado y hoy lo ocupa un centro documental.
La curaduría de la exposición está a cargo de Massimiliano Gioni (1973), director artístico de la fundación y actual responsable de la edición 55 de la Bienal de Venecia de 2013.
Gaillard, quien se define más que como artista romántico, soy un urbanista romántico
, es considerado uno de los creadores emergentes más prometedores en el arte contemporáneo; en los años recientes ha incrementado su fama a partir de sus exposiciones montadas en los museos europeos y estadunidenses más importantes, en las bienales como la de Venecia, al igual que en ferias como Art Basel; también ha recibido premios prestigiosos, como el Marcel Duchamp del Centro Pompidou (2010) y el de Arte Joven, de la Galería Nacional de Berlín (2011), ciudad donde vive.
Impacto en el espectador
Cyprien Gaillard, cual arqueólogo contemporáneo, viaja por el mundo para cazar ruinas urbanas desoladas: edificios enormes, símbolo de la megalomanía edilicia modernista, emblema de las viejas utopías que terminan por ser sistemáticamente borradas por el abandono, la demolición o el remozamiento según las políticas de rehabilitación urbana.
El artista se encarga de rescatar la memoria de esas moles antes de terminar en pedazos, al capturar los residuos de una civilización fracturada, gris y decadente.
El sentido de las demoliciones, para Cyprien Gaillard, responde a "la necesidad de llevarlas a una escala humana. Las revoluciones y las revueltas han trazado una historia de la destrucción, donde la muchedumbre ataca los edificios símbolo del Estado.
Me pregunto: ¿qué espacio deja el Estado a la destrucción revolucionaria si controla directamente estas demoliciones? Esto es lo que yo quiero hacer en mis videos: reivindicar la demolición como un acto revolucionario.
Con base en técnicas como la fotografía, la instalación y el grabado, pero sobre todo el video –probablemente el medio más potente y penetrante de su obra–, su arte se nutre de la fealdad cementera, de la sordidez de periferias fantasmales que forman parte de la condición universal de la humanidad: sucede lo mismo en Kiev que en Belgrado, Cancún o Glasgow.
Gaillard inserta el termómetro de la sociedad en su producto más íntimo y visible: su refugio existencial, negándose a cancelar su memoria. Por un lado sublima los edificios otorgándoles dignidad estética a pesar de la fealdad, por el otro los agrede, los hiere sobre todo cuando el paisaje natural es dominante. Esta doble analogía de su obra es claramente perceptible en la exposición Revelaciones y ruinas, donde el aspecto industrial funciona como óptima quintaesencia que exaspera el impacto emotivo en el espectador.
Se entra en una nave industrial rectangular dividida en 11 salas, donde asoman las puertecillas de hierro; ahí se cocía el pan y también está la campana para aspirar el humo.
Calamidades naturales
La primera parte de la exposición se recorre con luz y corresponde a su obra más reciente, donde de las paredes cuelgan, espaciados, frottages y viejas postales cubiertas de papel blanco rasgado que apenas dejan entrever antiguos castillos, pues dan la impresión de ser ruinas. Sigue una instalación de vitrinas, con fotografías en blanco y negro, titulada Millions into darkness (2012), la cual capta las calamidades naturales que amenazan la vida humana, sobre las que aparecen trozos de meteoritos esparcidos.
A esta sección más bien desprotegida se contrapone aquella en penumbra, la más potente de la muestra, con algunas de las obras más famosas del artista en una alternancia entre videos y la instalación Geographical Analogies (2006-2011), donde nueve fotografías en Polaroid dispuestas en diagonal componen un rombo acomodado en una vitrina iluminada con motivos arquitectónicos similares, a pesar de provenir de países distantes entre sí. Esta colección mostrada en el Centro Pompidou de París, hace un año, está formada en su totalidad por 900 imágenes.
Junto, encontramos uno de sus primeros filmes rodado en 35 mm, Real Remnants of Fictive Wars (2004), así como el espectacular dvd Pruitt-Igoe Falls (2009), juego de palabras entre cataratas y caídas, y el título del primer edificio derrumbado en 1972 en Estados Unidos, momento que marca la muerte de la arquitectura moderna
, como aseveró el teórico posmoderno Charles Jencks.
El artista une dos actos distintos como si fueran parte de un espectáculo, pues alterna las tomas entre la caída del polvo y el flujo del agua.
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