Después de cuatro años, las obras insignes de Picasso vuelven a su sede en París
Alejandra Ortiz Castañares
Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Lunes 28 de enero de 2013, p. a10
Milán. El largo periplo de la muestra Picasso. Obras maestras del Museo Nacional Picasso de París, con curaduría de su directora, Anne Baldassari, que comenzó en febrero de 2008, en Madrid, concluyó ayer en el Palazzo Reale, de Milán, para regresar a su sede original en espera de la apertura del museo, el próximo verano (con más de un año de retraso), cerrado al público desde 2009, por renovación y ampliación.
Los números alcanzados son impresionantes, superan los 6 millones de visitantes –cifra que incluye un ciclo secundario en Asia–, que equivale a la mitad de personas que han asistido al museo desde su apertura, en 1985.
La obra de Picasso se desprendió de los muros de su residencia barroca del Hôtel Salé, en París, para instalarse en Abu Dhabi, Tokio, Sydney, San Francisco, Helsinki y Toronto, entre otras ciudades.
El punto fuerte de la muestra es la singularidad de la colección, apetecible al gran público: un recorrido cronológico por su longeva y febril actividad, desde sus primeras obras, de 1901, hasta las últimas, de 1972, antes de morir, que resaltan los múltiples cambios estilísticos y técnicos, donde el artista innovó, cuestionó o se adhirió a las distintas corrientes que caracterizaron la historia del arte figurativo del siglo XX.
Entre las 250 obras mostradas resaltan piezas tan famosas como La Celestina (1904); Hombre con la mandolina (1911-1913), de la época puramente cubista; Dos mujeres que corren en la playa (1922), y Masacre en Corea (1951), así como los famosos retratos de sus amantes, desde Olga en un sillón (1918); La lectura (1932), retrato de Marie-Thérèse Walter, a quien plasmó incesantemente, hasta el Retrato de Dora Maar (1937), imagen icono de la muestra.
La estandarización de la exposición fue compensada con el préstamo de obra gráfica que permitió personalizar
cada etapa adaptándola a la realidad local, lo cual la volvió más atractiva al país receptor. En San Petersburgo, por ejemplo, adonde asistió el mayor número de visitantes (800 mil), se prestó atención, como también en Moscú, a la colaboración del artista con los ballets rusos, donde trabajó su primera esposa, Olga Khokhlova; mientras en Madrid se centró en el Guernica (1937), obra cumbre del artista conservada en el Museo Reina Sofía, sede de la muestra.
El artista malagueño es decididamente global, su nombre es pronunciado en todas las lenguas y es tan famoso como cualquier actor de Hollywood. No conoce fronteras y su obra ha alcanzado rincones impensables y políticamente incandescentes
, como Palestina: Buste de Femme (1943), prestado por el Van Abbemuseum de Eindhoven, en Holanda, fue el primer cuadro llevado a Ramallah en junio de 2011, experiencia registrada por el filme Picasso in Palestine (2012), de Rashid Masharaw, que se presentó en documenta 13.
Soluciones alternativas
El tipo de exposiciones llave en mano
se ha revelado como una preciada fuente de recursos para diversas instituciones. La actual muestra permitirá cubrir una parte de los gastos de la reconstrucción del museo parisino. La fórmula ha sido tomada por el mismo museo desde los años 90, cuando recaudó 50 por ciento de los fondos necesarios para su programa de adquisiciones con una serie de exposiciones itinerantes.
Olga en su sillón, primavera de 1918. Óleo sobre tela, 130x88.8 cm. Obra maestra del Museo Nacional Picasso de París que se exhibió en el Palazzo Reale de septiembre de 2012 a enero 27 de 2013Foto ©Sucession Picasso por SIAE 2012
Distintos museos han adoptado dicho sistema: MoMA, Guggenheim, Hermitage, Musée de l'Orangerie, entre otros. Ante la misma necesidad, en una oleada de remodelaciones en muchos de los museos occidentales, sedes como los Uffizi, en Florencia, han optado por soluciones alternativas evitando cerrar y trabajando por tramos, pues representan el mayor atractivo turístico de la ciudad, a pesar de los gastos que generan. Otros han escogido el alojamiento momentáneo en una sede distinta, pero en la misma ciudad, como el Museo Van Gogh, de Ámsterdam, transferido hasta abril a la sucursal holandesa del Hermitage.
Muestras así tienen un éxito asegurado, dan lustro a políticos, tienden relaciones diplomáticas, pero también dragan los los ya raquíticos presupuestos públicos y privados asignados a la cultura, máxime en un tiempo de crisis como el actual. El costo de la muestra en Madrid fue de 3.5 millones de euros, que incluían acuerdos culturales bilaterales por 10 años, una cifra altísima que perjudica proyectos de mayor necesidad.
Museo Picasso París
A diferencia de algunos de entre los siete museos europeos dedicados a Picasso nacidos por donaciones del propio artista, como el de Antibes (adyacente a Niza) y Barcelona, la colección parisina se formó después de su fallecimiento; es, por tanto, producto de la dation, ley del Estado francés que dispone el pago en especie a los herederos de obras de gran valor artístico, indultando las tasas de sucesión, aunque reservándose el derecho de prelación.
Así, la obra del museo es fruto de una rigurosa selección de Dominique Bozo (1935-1993), de entre 3 mil 500 obras realizada, pensada para ejemplificar las distintas técnicas y periodos de la monumental producción de Picasso que al momento de su muerte se encontraba dispersa en sus distintas propiedades: mil 885 pinturas, 7 mil 89 dibujos, 2 mil 800 cerámicas, mil 228 esculturas y casi 10 mil grabados y litografías.
Con el tiempo, el museo parisino se ha enriquecido con obra por donaciones o por adquisiciones, y actualmente cuenta con 5 mil piezas, además de resguardar el archivo completo del artista, que reúne 200 mil documentos.
En Milán, la personalización
de la muestra fue el recuerdo de la retrospectiva de 1953 también en el Palazzo Reale, acto que encendió el debate ideológico y cultural de entonces, gracias al excepcional préstamo de Guernica, concedido a última hora por el mismo Picasso, y colocado simbólicamente en la monumental sala de las Cariátides –derruida todavía por un bombardeo durante la guerra–, junto a Guerra y paz y Masacre en Corea (1951). La misma sala hoy se siente vacía; únicamente la llena esta última obra que conmueve al representar el poder de la destrucción y la injusticia ante un grupo de mujeres y niños desvalidos, listos para ser fusilados. La desnudez de la sala fue cubierta por oropeles monumentales estorbosos, de donde cuelga la reproducción fotográfica de Guernica y las fotos con el proceso de elaboración de la misma obra, captado por Dora Maar. En esta sala se entiende bien la polaridad de la apreciación del artista entre el debate y la reflexión de aquella época, y el vacío multitudinario, ruidoso y sin contenido de la actual.
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