El mundo se prepara para el centenario de Benjamin Britten

Written By Unknown on Minggu, 06 Januari 2013 | 15.16

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Portada del disco Benjamin Britten dirige a Benjamin Britten. Grabaciones históricas 1956

Jessica Duchen

The Independent

Periódico La Jornada
Sábado 5 de enero de 2013, p. 4

¿Quién se cree que es Benjamin Britten? ¿Mozart? Es lo primero que me viene a la mente al echar un vistazo al fenomenal programa de actos por el centenario del nacimiento del compositor, en noviembre de 2013. Es el aniversario más celebrado de cualquier compositor británico en la historia. Pocos compositores en el mundo podrían competir con la fastuosidad de estas celebraciones. Wagner y Verdi, cuyos bicentenarios se cumplirán el año próximo, no tendrían oportunidad.

La vida musical británica será dominada por Britten –su imagen aparecerá en una nueva moneda de 50 peniques–; el diario en línea Britten 100 enlista ya más de mil 150 actos en el mundo y la cifra va en aumento. Britten es el único compositor británico que se ha vuelto de veras global, y el catálogo mundial de presentaciones, libros, películas, exhibiciones, festivales, emisiones de radio y televisión, además de obras encargadas, así lo demuestran. Rusia, donde el músico es bien conocido, llevará a cabo conmemoraciones de alto perfil, pero también brotan actos por el aniversario en rincones del mundo donde es menos reconocido, como Chile, Brasil, China, los territorios palestinos y posiblemente la selva del Amazonas.

El atractivo artístico de Britten y su fuerza como figura señera de la música británica son tan abrumadores que se le han perdonado detalles que en otra época habrían inducido a la prensa amarillista a hacerlo trizas. Era pacifista y se negó a alistarse para la Segunda Guerra Mundial y, en una época en que la homosexualidad era aún ilegal, gozó de una relación públicamente aceptada con el tenor Peter Pears, a quien conoció en 1937 y para quien creó algunos de sus más excelsos papeles operáticos. Hasta su tendencia a ser atraído por muchachos adolescentes (como se analiza a conciencia en el libro y el documental Britten's Children, de John Bridcut) se pasa por alto: vale la pena apuntar que nunca se presentaron cargos en su contra. Sin embargo, sigue pareciendo un héroe improbable en un país con una virtual fobia nacional por los pedófilos.

Amigos y contactos influyentes, su base de poder

La música británica nunca se ha abierto paso con facilidad; hasta Elgar tuvo que caminar cuesta arriba en el extranjero. Con Britten, la historia es diferente. En sus primeros tres años, su ópera Peter Grimes, compuesta en 1945, fue presentada en una lista de casas de ópera de primer nivel, como Sadler's Wells (en una gira por el Reino Unido), la Royal Opera House, Antwerp, Bruselas, Roma, La Scala, Estocolmo, Copenhague, Mannheim, Hamburgo, Berlín, Tanglewood, la Met en Nueva York, Los Ángeles, Filadelfia, Boston, la Universidad de Stanford, Graz, Basilea, Zurich, Brno, Budapest, París y Sidney.

Es increíble, dice Richard Jarman, director de la fundación Britten-Pears, fuerza motriz detrás de las celebraciones (su sitio web, britten100.org, es el punto central de referencia). "Nombre una ópera británica, aparte de Gilbert and Sullivan, que alguna vez haya llegado más allá de estas costas. Casi de la noche a la mañana Britten hizo que el mundo tomara en serio la música británica".

Este alcance mundial es un asunto de muchas facetas. En vida, Britten tuvo la fortuna de contar con una gama de amigos y contactos influyentes que ayudaron a divulgar su obra y lo inspiraron hacia nuevas alturas; entre ellos destacaron músicos rusos de gran renombre: el pianista Sviatoslav Richter, el cellista Mstislav Rostropovich y el compositor Dimitri Shostakovich. Y poseía la habilidad de construir una base de poder que impulsaba su fama y aún lo hace hoy.

Nacido en Lowestoft, Suffolk, e hijo de un dentista, Britten fue dueño de un prodigioso talento. Tomó clases particulares de composición con Frank Bridge antes de matricularse en el Real Colegio de Música, en 1930. Su madre le sacudió el sueño de estudiar con Alban Berg, pues en su opinión el genio austriaco no era buena influencia. El joven Benjy pudo haber seguido un camino convencional, sin mayores aspiraciones, por la escena musical británica, que incluyera la academia o la BBC. En cambio, comenzó su carrera como músico por encargo, por ejemplo, escribiendo partituras para películas, adaptando sus habilidades a cualquier tarea que tuviera a mano.

Paul Kildea, cuya nueva biografía de Britten fue publicada en febrero, subraya el provincianismo que llevó al compositor a rechazar el status quo: No es frecuente que reconozcamos lo pobre que era la infraestructura musical británica durante las primeras décadas del siglo XX, dice. La norma de la interpretación operática era muy baja hasta más o menos 1950; el nivel de la ejecución orquestal probablemente era igual. Cuando Britten viajó a Viena y escuchó la filarmónica de esa ciudad, tuvo una especie de epifanía acerca del estado de la música en el Reino Unido.

Del mismo modo, Britten desechó la tradición pastoral de la música inglesa –la cruelmente apodada escuela de estiércol– para adoptar una perspectiva paneuropea bajo la cual recibió la influencia de Debussy, Schoenberg y Berg (a distancia). Un aspecto crucial es que su música retuvo su capacidad de comunicarse con un público amplio en un tiempo en que muchos otros compositores la perdían en la espesura del serialismo de vanguardia. Britten forjó un distintivo mundo individual de sonidos: resonante, astringente, austero y dotado de tremenda humanidad.

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Britten abordó muchos géneros, pero sobre todo fue compositor de ópera. Trató temas sociales que nunca han pasado de moda, como la crueldad hacia los niños y la homosexualidad reprimidaFoto Elisabeth Speidel

Su experiencia de músico práctico probablemente contribuyó a ello, según la compositora Sally Beamish, quien escribe un nuevo libro en tributo a Britten para la Academia de St Martin-in-the-Fields y es también violista: Siendo él mismo ejecutante, tanto de un instrumento orquestal como de piano, entendía lo que se necesitaba para interpretar, y se deleitaba con la respuesta de los músicos, comenta. Significaba mucho para él que las personas gustaran sus obras. Era increíblemente práctico y se reinventaba en cada partitura que escribía.

El cineasta y escritor John Bridcut, autor de Essential Britten así como de Britten's Children, señala que el compositor pertenecía a una generación que tiró la tradición por la borda. Aun así encontró en sus óperas temas que hablaban a la gente y tenían resonancia moderna. Tuvo un lenguaje musical que conectaba con obras maestras del pasado, en el sentido del ritmo, el drama y el manejo del tiempo en escena, en lo cual debe mucho a Verdi.

Maniático del control, su don

Si bien compuso en muchos géneros, Britten fue, quizás, primero y sobre todo, un compositor de ópera. Trabajó con excelsos libretistas, notablemente Myfanwy Piper, WH Auden y EM Forster; abordó temas sociales que nunca han pasado de moda: la crueldad hacia los niños, la homosexualidad reprimida y la eterna lucha del individuo contra la sociedad. Eso por sí solo hizo que su música cruzara fronteras con mayor facilidad.

Pero en la historia de éxito internacional de Britten hubo un elemento extramusical: ese don de construir bases de poder. En parte arrancaba de su personalidad: de acuerdo con Kildea, era perfeccionista y una especie de maniático del control, a quien le costaba trabajo confiar en otros y prefería dar conciertos en condiciones que pudiera determinar. Por eso fundó el Grupo Inglés de Ópera con colegas de confianza, en 1945, en vez de trabajar para construir una relación en una escala más ambiciosa con la nueva compañía de ópera de Covent Garden, comenta. A veces, sugiere, Britten podía ser su peor enemigo.

Sin embargo, su impulso de controlar tuvo consecuencias positivas a largo plazo. Animó a Donald Mitchell a fundar Faber Music específicamente para publicar sus obras, pero con ello preparó el camino para firmar más adelante a compositores, editarlos y promoverlos. De manera similar, el Festival de Aldeburgh, fundado por él junto con Eric Crozier y Pears, ha tenido un valor inmenso para la vida musical del Reino Unido en su conjunto. Y la Fundación Britten-Pears, también iniciada por él, está viva y vigente… e invierte 6.5 millones de libras en las celebraciones del centenario.

Sin el apoyo de esa base de poder, ¿sería Britten menos conocido hoy? Es posible. El chelista Matthew Barley, quien hará una gira por Gran Bretaña llamada Around Britten, con 100 presentaciones de las suites para chelo, dice que la obra del compositor aún no está en el nivel que le corresponde. "He estado enamorado de sus suites para chelo desde siempre", advierte, pero no creo que toda su producción tenga la misma grandeza. Ningún compositor, ni siquiera Beethoven, tuvo una producción de obras de la misma calidad. Tal vez a Britten lo toquemos un poco más de la cuenta en el Reino Unido; tendemos a interpretar todas y cada una de sus composiciones. El tiempo realiza un excelente proceso de edición con la obra de un compositor: por lo regular, sólo lo mejor sobrevive. Con Britten no hemos dado oportunidad de que eso ocurra.

Simplemente, da en el clavo

Como quiera que sea, no se puede negar la fuerza de Britten en su mejor momento, en especial en sus óperas. Se ha vuelto el compositor de ópera más representado entre los nacidos en el siglo XX, y la calidad de obras como Peter Grimes, Billy Budd y The Turn of the Screw sólo se ha hecho más evidente con el paso del tiempo.

"Cuando escuchamos la música de Britten… nos hacemos conscientes de algo oscuro", comentó alguna vez el director y compositor Leonard Bernstein. Hay engranes que aplastan y no embonan, y que causan gran dolor. Barley recoge esa cita y señala: Da en el clavo. ¿Y acaso no es esa una descripción perfecta de todos nosotros?

Al final, esa profunda humanidad es lo que da a Britten su atractivo universal, y hace que su música no sólo sea admirada en el mundo, sino también amada.

© The Independent

Traducción: Jorge Anaya


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