L
os dedos de su mano son como su cuello, largos, finos. Cuando se posan en la mesa o en su regazo son como una pincelada de El Greco o Giacometti. Su mirada parece que está velando en permanencia esos espacios que tornan del verde al azul, orgánicos. El cielo, el mar, el bosque susurran ideas que vienen del inicio de los tiempos a través de su voz. En un solo gesto suyo el vacío se abre a la luz y le regala a los seres vivos otra relación con el entorno.
Ella es Frida Escobedo, tiene menos de 35 años, es arquitecta y, viviendo en humildad como su máximo valor, es considerada entre sus pares como una estrella de luz allí donde su mirada se detiene. Sea en las estepas de Mongolia, en la costa de Acapulco, en la intricada Nueva York, en el valle de Cuernavaca o en el desierto que todo lo contiene, los trazos de su mano bailan encontrando la más pura sencillez. Ella es la personificación más acabada de la jinete de circo con la que Denise Scott Brown inicia el recuento de su vida en Armada de palabras.
Su arquitectura me recuerda, más que a nadie, a Isamu Noguchi, quien vivió arropado en la esencia de las cosas, en la exquisita pureza de los orígenes. La veo en esa perfecta limpieza de las formas que el maestro japonés encontró en Brancusi, su mentor, al describirlo admirado en su tributo: "trajo consigo el recuerdo de la niñez, de los objetos observados que no le enseñaron, de la cercanía a la tierra, de las piedras y los prados húmedos, de los edificios de piedra…los troncos cortados a mano y las herramientas, y los muros". Esa línea entorchada llega derramando su polen hasta Frida Escobedo en una herencia transmitida por la mirada.
Vayan si no a mirarla en la celosía de La Tallera, encuéntrenla en la redonda luz del mar recuperada en Boca Chica, en las líneas simples de la Casa Negra, en la nueva propuesta de ciudad en Mongolia, cuyo solo sonido nos evoca a la raíz del mundo. En todas sus obras el trazo está guiado por un continuo que nos lleva, desde el momento de mirarlo, hasta el caminar de la infancia con los pies descalzos. Se sienten siempre todos los elementos del paisaje vivido.
La imagino en la tensa suavidad que le otorga la brillantez de su mirada encontrando en sus obras los espacios del silencio. Esos que a diferencia de Luis Barragán, que los hacía para escuchar el agua, Frida los inventa para escuchar el viento. Para sentirlo en el firmamento del interior de nuestros cuerpos. Para regalarnos su gracia en el recogimiento.
Nació en 1979 y de acuerdo a lo que dice de ella la Architectural League en Nueva York de la que en 2009 fue ganadora del Young Architects Forum convocado por ellos, en 2004 obtuvo la Beca Jóvenes Creadores del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes de México y en 2008 fue seleccionada por el despacho suizo Herzog & De Meuron para participar en el proyecto Ordos 100 y diseñar una de las cien villas que conforman el proyecto en Mongolia Interior, en China. En 2012 su trabajo fue seleccionado para presentarse en el Pabellón Mexicano en la Bienal de Arquitectura de Venecia y en el Mission Cultural Center for Latino Arts, en San Francisco. También participó en una exposición colectiva en Storefront for Art and Architecture en Nueva York y el año pasado fue una de los tres finalistas para el programa Rolex Mentor and Protégé Arts Initiative.
Deseo compartir la palabra de Annie Ochmanek, crítica de arte neoyorquina que en 2012 escribió frente a su instalación El Otro. "No es la primera vez que Frida Escobedo utiliza la palabra escrita como una directiva arquitectónica: Para el pabellón del Museo El Eco, se aprovechó del espacio como una página en blanco, usando únicamente bloques de cemento igual que una estructura alfabética: poesía concreta, literalmente. Ya sea creando un espacio de oficina en el tejado de una casa suburbana, erigiendo una casa elevada sobre la ladera de una colina común, o rehabilitando un complejo turístico en decadencia ubicado en la playa de Caletilla, Frida hace uso del desuso y encuentra significados en los intersticios de nuestro entorno cotidiano. Esto viene de una doble atención por lo artesanal y lo pragmático, y una habilidad por compartimentar necesidades y deseos; es todo esto lo que materializa en sus diseños… A través de mínimas y modulares construcciones, Frida crea sutilmente un espacio para el ocio. La riqueza en recursos de sus diseños es esencialmente como la de un poema –líricamente eficiente, elegantemente sobrio, y cuidadosamente complejo."
Frida Escobedo es arquitecta, trabaja con la esencia. Sus espacios son como los dedos de sus manos. Se posan en el universo y lo transforman. Le regresan la paz, le regalan el silencio, los trae hasta nosotros para llenarnos de luz, como si fuera la luna en la oscuridad de la noche. Y envueltos en el suave calor de sus manos, los espacios hacen llegar el día para recibir la ofrenda de la vida.
Twitter: cesar_moheno
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