E
l reciente golpe de Estado en Egipto puso nuevamente el tema de la censura en primer plano. En el cine es tan antigua como su inicio hace casi un siglo. El pretexto, mantener el orden público, la seguridad y las instituciones, proteger la religión, la moral y las buenas costumbres. Con breves aperturas durante los regímenes autoritarios que han gobernado Egipto durante seis décadas, el cine y la televisión han estado bajo control del gobierno en turno a través del Ministerio de Cultura. Y para evitarse problemas, no pocos directores han recurrido a la autocensura.
Pero durante las dos décadas recientes la censura no sólo proviene del gobierno sino de los grupos radicales islámicos que exigen prohibir ciertas películas, mientras sus directores son encarcelados por ofender la moral y las buenas costumbres
. Fue el caso de Raafat al Mihi y dos de sus películas. Varias actrices fueron amenazadas de muerte por hacer papeles supuestamente inmorales, o acusadas de ofensa al pudor.
No hay que olvidar que el cine egipcio fue el más sobresaliente del mundo árabe, especialmente por sus comedias y melodramas. Posteriormente logró éxitos internacionales gracias a directores como Yusef Chahine, considerado el padre del cine social, quien luchó contra la intolerancia, los abusos del poder, la corrupción y el fanatismo. Como le ocurrió a Buñuel con Los olvidados, Chahine fue atacado hace medio siglo por mostrar en Bab el Hadid (una de las mejores películas del mundo árabe) la miseria de El Cairo. Igual suerte han corrido sus colegas Tewfik Saleh y Abou Seif.
Pese a todo, su herencia se ha dejado sentir los pasados 20 años gracias a una nueva generación de cineastas preocupados por abordar los problemas sociales, políticos y económicos, precisamente los más sensibles a la sociedad. Y ello en buena parte gracias a la presión de los intelectuales y al surgimiento de nuevas generaciones que piden democracia, abrirse al mundo.
Sin embargo, la censura más estricta nuevamente se apoderó del país con el ascenso al poder del partido de los Hermanos Musulmanes el año pasado y hoy derrocado. No hubo ya necesidad de censura oficial, pues quedó en manos de los grupos ultras, la policía y los representantes religiosos. Se impuso el principio de que cualquier musulmán tiene derecho a defender el islam si cree que se le ridiculiza.
No menos severa es la censura ejercida en la televisión, donde se prohíben o cortan pasajes de películas por atentar contra la moral o la religión. Con la llegada de los Hermanos Musulmanes al poder la situación fue peor. Hasta clausuraron los 10 canales dedicados a la difusión de la popular danza del vientre, referencia cultural en Medio Oriente, por atentar contra la moral pública y las enseñanzas religiosas del islam.
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