Fotografía de Sebastião Salgado, alusiva a la Amazonia brasileña, que forma parte de la exposición montada en la capital española
Sebastião Salgado con una de sus fotografías alusivas al entorno natural
Armando G. Tejeda
Corresponsal
Periódico La Jornada
Viernes 24 de enero de 2014, p. 3
Madrid, 23 de enero.
Paisajes lunares en los parajes más recónditos y enigmáticos de la Tierra, el sonido de la naturaleza que irrumpe en la colina desde la que se divisa el hallazgo, la magia de la vida mediante el viaje de ida y vuelta de los pingüinos o el origen de la especie a través de las tribus más inhóspitas. Eso y una gama infinita de matices de grises, sombras y brillos es el nuevo trabajo del fotógrafo brasileño Sebastião Salgado, que tituló Génesis.
Una amplia selección de las imágenes y reportajes fotográficos de Salgado se expone en la Fundación La Caixa de Madrid, después de ser vista en París, Sao Paulo y Lausana.
El fotógrafo reconoce que se trata de su trabajo más íntimo, en el cual se encuentran las razones fundacionales de su propia obra y lenguaje, desde su mirada inquieta ante el aleteo de un pájaro extraviado hasta la voz resignada frente a la miseria y la destrucción del entorno natural.
Depuración de un lenguaje estético
En palabras de Sebastião Salgado, "en Génesis, la cámara hizo posible que la naturaleza me hablase. Y tuve el privilegio de poder escucharla".
Fue un encuentro que vivió durante ocho viajes y expediciones épicas, en los que caminó y escaló montañas y desiertos, en los que se sumergió en océanos lejanos y oscuros, en los que descubrió enigmáticos animales y pueblos alejados de la impronta de la sociedad moderna. Alrededor de 46 por ciento de la Tierra permanece en el estado en el que se hallaba en la época del Génesis. Debemos conservar lo existente
, explica el fotógrafo para justificar aún más uno de sus trabajos más poéticos y evocadores de la belleza cósmica.
El material de trabajo de Salgado son su cámara y su mirada, pues siempre busca los contrastes del blanco y el negro, tras renunciar en sus orígenes de artista a la fotografía de color.
Y fueron más de 30 viajes a pie, en avioneta, en buques pesqueros o de carga, en canoas, en globos aerostáticos o en simples avionetas de pasajeros, en los que además tuvo que sufrir desde los rigores del clima más extremo hasta los temores de las noches solitarias en medio de la montaña.
El resultado de esas expediciones fue lo que para muchos es la depuración máxima del lenguaje de Salgado, en el que ha alcanzado dominar como nadie las monocromías fotográficas, las variedades tonales de sus obras, el contraste entre luz y oscuridad. Incluso sus imágenes recuerdan las obras de grandes maestros como Rembrandt y Georges de La Tour.
Entre los hallazgos de Salgado, que con sus imágenes se convierten en objetos o animales nuevos, se encuentran seres vivos y volcanes de las Galápagos; los pingüinos, leones marinos, cormoranes y ballenas de la Antártida y el Atlántico Sur; los caimanes yacaré y los jaguares de Brasil; los leones, leopardos y elefantes africanos; la tribu de los zo'e, aislada en lo más profundo de la selva amazónica; la neolítica etnia korowai de Papúa Occidental; los nómadas ganaderos dinka en Sudán; los trashumantes nenets y sus manadas de renos en el Círculo Polar Ártico; las comunidades selváticas de los mentawai en las islas al oeste de Sumatra; los iceberg del Antártico; los volcanes de África Central y de la península de Kamchatka; los desiertos saharianos; los ríos amazónicos Negro y Yuruá; las gargantas del Gran Cañón, y los glaciares de Alaska.
Es una oda de amor a la Tierra
en sus expresiones más bellas y salvajes, puras. Es el esplendor de la belleza de cuando la naturaleza le habló a Sebastião Salgado.
Cuando trabajaba para la Organización Internacional del Café, en 1973, Salgado encontró su vocación por la fotografía. Abandonó ese empleo para trabajar como fotorreportero en África luego de ser impresionado por las duras condiciones de vida de los pobres. Más tarde trabajó para la prestigiosa agencia Magnum.
Entre 1986 y 1993, el artista desarrolló su primer gran proyecto personal, que se convirtió en el libro Trabajadores, que le valió un premio. Fue el primer fotógrafo al que se le entregó el Príncipe de Asturias, en 1998, además ha obtenido el Eugene Smith de Fotografía Humanitaria y el World Press Photo.
Salgado ha conjuntado su trabajo con el de organizaciones humanitarias y sociales, como Médicos sin Fronteras, Cruz Roja Internacional, Organización Mundial de la Salud, la Unicef y el movimiento de Los Sin Tierra en Brasil.
Estuvo en México en febrero de 2002 con la exposición India-México: vientos paralelos, en el Antiguo Colegio de San Ildefonso, que reunía fotos suyas, de su colega hindú Raghu Rai y de la mexicana Graciela Iturbide.
La exposición en Madrid, que ya ha recorrido Brasil, Reino Unido, Canadá, Francia e Italia, acumulando más de 1.3 millones de visitantes, terminará el 4 de mayo.
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