Carlos Páez Vilaró, en imagen del pasado 14 de febrero, durante la participación del artista en el carnaval Llamadas, en MontevideoFoto Ap
Afp y Dpa
Periódico La Jornada
Martes 25 de febrero de 2014, p. 9
Montevideo, 24 de febrero.
El artista uruguayo Carlos Páez Vilaró murió el lunes en Casapueblo, la residencia que él mismo había construido a orillas del mar y a la que definía como escultura viviente
. Tenía 90 años.
Este martes, por la mañana, será velado con honores en el edificio del Congreso, en Montevideo, se informó oficialmente.
La muerte del artista provocó hondo pesar en la comunidad cultural de Uruguay.
"No hay un pésame. Papá trabajó hasta el último día, la única frase que le cabe es 'que descanse en paz'. Hasta el último minuto estuvo laborando y pensando proyectos para adelante. Eso fue lo que lo mantuvo hasta los 90 años. Si me tocara vivir una vida así, yo firmo, porque llegó lúcido e impecable, con seis hijos. Murió hace dos horas y no paran de sonar los teléfonos. Es un referente para todo Uruguay", dijo su hijo Carlos al canal 12 de la televisión local.
Pintor, escultor y ceramista, Páez Vilaró estuvo desde joven muy vinculado a la cultura de los negros uruguayos, que inspiró buena parte de su obra. Nueve días antes de morir participó del desfile de Llamadas, la fiesta más tradicional, el carnaval uruguayo, en la cual las comparsas de negros y lubolos (blancos pintados de negro)
marchan haciendo sonar sus tambores al ritmo del candombe, música de origen africano traída por los esclavos. En esa ocasión, el pintor anunció que era la última vez que desfilaba en las Llamadas.
Autor de grandes murales
Páez Vilaró nació en Montevideo el 1º de noviembre de 1923.
En los años 40, motivado por el tema del candombe, comenzó a decorar los tambores de las comparsas afro-uruguayas, en un momento en que la fiesta de los descendientes africanos no gozaba de la aceptación masiva de hoy. Su gusto por las fiestas y la cultura afro no lo abandonó nunca. Los motivos de sus coloridos cuadros recorrieron todos los temas de la cultura negra local y su pasión lo llevó a recorrer buena parte de África, donde visitó Liberia, Senegal, Congo, Camerún y Nigeria.
En ese continente trabajó como coguionista de la película Batouk, que cerró el festival de Cannes en 1967.
En 1972, Carlos Páez Vilaró vivió uno de los momentos más duros de su vida, cuando el avión en el cual viajaba su hijo Carlos, junto con sus compañeros de un equipo de rugby, se estrelló en la cordillera de los Andes.
Páez Vilaró nunca dio por perdido a su hijo y fue uno de los padres que insistió en continuar buscando a los muchachos desparecidos en la montaña, a pesar de que la búsqueda oficial por parte de las autoridades había sido abandonada.
Finalmente y tras 72 días, el hijo del pintor fue uno de los 16 jóvenes que apareció con vida. El caso, conocido como el milagro de los Andes
, ha sido contado en libros y películas.
Sus grandes y coloridos murales se pueden apreciar en decenas de edificios públicos en distintas partes del mundo: desde la sede de la Organización de Estados Americanos (OEA), en Washington, a la Biblioteca Nacional argentina en Buenos Aires. Convencido de que el color podía aliviar el dolor, pintó murales en hospitales, como el de San Fernando (Chile), el de Niños de Anillaco (La Rioja, Argentina) y el de la Universidad de Georgetown (Estados Unidos).
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