A
orillas de Central Park, entre los museos Metropolitano y Guggenheim, se encuentra la Neue Galerie, bella mansión privada de tres pisos que reúne una selecta muestra del arte y el diseño alemán y austriaco de principios del siglo XX. La fundó en 2001 Ronald S. Lauder, filántropo y heredero del imperio de cosméticos Estée Lauder. Pinturas, esculturas, trabajos en papel, artes decorativas y fotografías disfrutan los visitantes de la Neue. Obras de Gustav Klimt, Otto Dix, Egon Schiele, Oskar Kokoschka, Richard Gerstl, Vasily Kandinsky, Paul Klee, Franz Marc, Ernst Kirchner, Hermann Max Pechstein, Karl Schmidt-Rottluff y George Grosz, entre otros.
La que más atrae es Retrato de Adele Bloch-Bauer I, de Gustav Klimt, vendida por Maria Altmann, sobrina de Adele, por 135 millones de dólares al magnate de los cosméticos. El lienzo fue expoliado por los nazis en 1938 a la familia Bloch-Bauer y restituido en 2006 a sus antiguos dueños tras varias décadas de litigio internacional. Antes se encontraba en la Galería Nacional de Austria, junto a El beso, otra de las obras cumbres de Klimt.
Retrato de Adele Bloch-Bauer I, pintado por el artista austriaco en 1907, se convirtió en el cuadro más caro de la historia al adquirirlo el hijo de la legendaria Estée Lauder. Hasta entonces era Picasso quien dominaba el mercado del arte con Muchacho con pipa y con Dora Maar con gato.
Ahora la Neue Gallery ofrece una muestra del arte degenerado
, término con que el nacionalsocialismo quiso denigrar al arte moderno. Para borrarlo de la cultura y el alma del régimen que duraría siglos, organizó en Munich una apretujada exposición en el verano de 1937. En paralelo montó otra que tuvo gran despliegue publicitario para ensalzar la grandeza del verdadero
arte alemán.
Una selección de obras degeneradas
lo mismo de Picasso que de Klee, Grosz, Klimt, Kirchner o Beckmann, recuerdan al visitante los años en que se impuso el terror, se expoliaron las obras de las familias judías o de quienes no comulgaban con el régimen, se quemaron libros de autores malditos
, precisamente los que siguen perdurando.
La muestra de la Neue también sirve para recordar que muchas otras obras necesitan devolverse a sus legítimos dueños. Recientemente murió Cornelius Gurlitt, quien durante décadas guardó en su vivienda de Munich un tesoro: centenares de valiosas pinturas de maestros como Picasso, Chagall, Matisse, Beckmann y Nolde, algunas de ellas robadas por los nazis.
Cornelius era hijo del marchante de arte Hildebrandt Gurlitt, uno de los pocos que el Tercer Reich autorizó para negociar con obras del arte degenerado
, que habían sido retiradas de los museos alemanes. Por lo visto, sirvió para beneficiarse y beneficiar a los fieles al régimen hitleriano.
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