Merry MacMasters
Periódico La Jornada
Viernes 13 de junio de 2014, p. a11
Mucho se ha expresado de la aportación del exilio español en las letras y el cine, pero poco se sabe de su contribución en la arquitectura. Dar un panorama general de esa huella es lo que pretende Presencia del exilio español en la arquitectura mexicana, exposición montada en el Museo Nacional de Arquitectura (tercer piso del Palacio de Bellas Artes), con motivo del 75 aniversario de esa diáspora.
Para Juan Ignacio del Cueto, curador de la muestra, la gran aportación del exilio español a la arquitectura, no sólo mexicana, sino del mundo, fue el desarrollo de una tecnología de origen europeo: las estructuras laminarias de concreto armado que tuvieron en México, gracias al madrileño Félix Candela (1910-1997), un auge impresionante como se puede observar en la planta embotelladora Barcardí y el pabellón de rayos cósmicos en Ciudad Universitaria.
No obstante, son muchos los edificios de autoría española que forman parte del entorno cotidiano de la ciudad, como el Polyforum Cultural Siqueiros, obra del guipuzcoano Ramón Miquelajáuregui (1931-1980), quien llegó aquí de niño con su familia y estudió la carrera de arquitecto en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). También proyectó el Hotel de México, hoy World Trade Center.
Tres generaciones
A causa de, y concluida la Guerra Civil española, 500 mil republicanos salieron al exilio. Medio centenar de ellos eran arquitectos, de los cuales 23 llegaron a México. En realidad fueron 25, pero uno regresó después y otro murió recién llegado, señala Del Cueto. Para los propósitos de la muestra, el investigador los dividió en tres generaciones: los arquitectos mayores de 50 años de edad que habían tenido cargos relevantes en el gobierno de la República, como Francisco Azorín, Bernardo Giner de los Ríos, Tomás Bilbao y Roberto Fernández Balbuena.
Una segunda generación incluye a los arquitectos cuyas carreras profesionales despegaban cuando estalló la guerra civil y tenían alrededor de 40 años cuando llegaron a México, como Juan de Madariaga, José Luis Mariano Benlliure y Jesús Martí.
Luego, 13 que rondaban los 30 años cuando arribaron: José Caridad, Arturo Sáenz de la Calzada, Enrique Segarra, Óscar Coll, Jaime Ramonel y Félix Candela, entre otros.
Después, "nos pareció relevante incluir a lo que llamamos los arquitectos mexicanos nacidos en España. Es decir, aquellos niños que llegaron acompañando el exilio de sus padres, pero que no sabían muy bien por qué salían de su patria. Son 26 –el mayor, Antonio Peyrí, tenía 17 años– que se formaron aquí. Se trata de arquitectos como Juan Benito Artigas, José Luis Benllure, Juan Antonio Tonda, Imanol Ordorika y Mariano Benito Araluce".
Para Del Cueto el edificio quizá más emblemático que dejó el exilio español es el Palacio de los Deportes hecho por el binomio Peyrí/Candela para los Juegos Olímpicos de 1968. De Benllure el Conjunto Aristos (1961), de la avenida Insurgentes, es considerado como el mejor edificio –un bloque de tres en realidad– construido en la ciudad de México.
Una de las joyas
de la exposición son los bocetos originales de Elvira Gascón para hacer el retablo anexo a la iglesia de la Virgen de la Medalla Milagrosa, que fueron retirados por profanos, ya que el ángel mostraba la pierna, y sus bocetos para el mural que narra la vida de San Antonio de Padua en la parroquia de San Antonio de las Huertas, obra de Candela y Enrique de la Mora.
También se incluye la obra de dos artistas de nacidos en España, pero formados en México: Benito Messeguer y Vicente Rojo.
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