Cristina Barros y Marco Buenrostro: Itacate

Written By Unknown on Rabu, 25 Juni 2014 | 15.16

M

ás allá de la enajenación que puede propiciar el futbol y de la que hay que estar muy conscientes –como bien nos recordaba Julio Muñoz Rubio– hay expresiones populares en torno a este deporte que antes de su comercialización desmedida, practicaron en calles, llanos y estadios cientos de personas desde su introducción a México al iniciarse el siglo XX. Aquí había antecedentes importantes, pues el juego de pelota con una bola de caucho con fines rituales, se practicó en nuestro país desde antes de la invasión española.

Los mexicanos asociamos cualquier actividad colectiva con la comida. En su libro Sabor que somos (Secretaría de Cultura del Gobierno del Estado de Jalisco), Elba Castro, Juan Carlos Núñez y Sergio René de Dios Corona hacen un interesante recorrido por la comida tradicional jalisciense. En el apartado Los lugares y las horas dedican un espacio a la gastronomía futbolera. Comentan que en el estadio Jalisco los únicos hambreados son los futbolistas; los aficionados en cambio difícilmente pasan los 90 minutos del juego en ayunas; para eso hay un cinturón de antojos alrededor del estadio.

No nos referiremos aquí a la comida chatarra, sino a preparaciones tradicionales como la birria, las tortas ahogadas –imposibles de conseguir después de las 11 si juegan el Chivas contra el América– o los lonches de pierna (tortas, diríamos los defeños). De entre las semillas se venden cacahuates y pepitas no industriales, así como elotes, guasanas (garbanzos verdes cocidos) y otras delicias que son buen alimento.

Uno de los vendedores de birria de más fama es El Chale; el sabor de lo que ofrece es tal, que en un día de partido clásico vende 200 platos de birria bien servidos y tiene que comprar 40 kilos de masa con la que se preparan tortillas a mano. Otra delicadeza propia de los juegos son los lonches de El Pesebre, fundado hace más de 35 años. Se preparan con bolillo de corteza crujiente (recordemos la calidad del pan de Guadalajara teniendo en mente los virotes, por ejemplo). Las rebanadas de pierna se sazonan con abundante crema y salsa roja.

Cuando se permitía entrar con comida al estadio "había quien organizaba verdaderos días de campo en las tribunas… Refractarios repletos de cebiche, recipientes con salsas, tacos o lonches en papel aluminio, pico de gallo".

Los antojos futboleros, desde el punto de vista de los autores de Sabor que somos, no sólo son gusto para el cuerpo, son también constituyentes del espíritu. Se festeja con un antojo si se gana, y si se pierde es buen consuelo; si el partido es aburrido hace sentir que sólo por disfrutarlo valió la pena ir al estadio.

marcri44@yahoo.com.mx


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