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onaculta y Cultura Tonalá han editado, con otras instancias gubernamentales, un hermoso libro de narraciones infantiles y reproducciones del arte cerámica tonalteca relativos a los legendarios nahuales, tradición, como se sabe, no exclusivamente local, pero que en ese municipio aledaño a la ciudad de Guadalajara parece mostrar ahí profundo arraigo. Nahuales de Tonalá se hizo en los talleres de Amate Editorial, a la que habrá que dar el crédito del tan alegre como cuidado diseño, pues no encontramos en el volumen crédito a diseñador específico alguno.
A más de los textos de los niños, seguramente no sólo alentados para mostrar la belleza de la artesanía del municipio, sino también para que los infantes, a más de valorar sus tradiciones, se relacionen lúdicamente con el propio lenguaje, el libro incluye información sobre las ocho distintas maneras de trabajar el barro en el lugar de donde sale el sol y dos presentaciones, a cargo del presidente municipal, Jorge Arana, y de la titular de Cultura Tonalá, María Elena Venegas.
Se trasluce que los editores –acertadamente: se siente la frescura– no influyeron, o no mucho, en la puntuación de los relatos. Pero vayamos a ellos.
Éste se denomina El sueño y es de Stephany Mileny López Bautista: Ayer soñé que mi papá me hablaba, decía que iba a venir a verme muy pronto, que al fin lo conocería, así que me levanté muy contenta, le platiqué a mi mamá y ella me dijo que lo iba a localizar. Se hizo otra vez de noche y me fui a acostar, cuando apagué la luz, mi cuarto se iluminó con la luna llena, luego me asomé por la ventana y vi a un tigre con la misma cara y el bigote de mi papá, que se acercó a mi ventana, sonreía y me miraba con los ojos muy abiertos, yo estoy segura de que era él, y ahora sé que es un Nahual.
Y para terminar la probadita, El espejo, de Ana Victoria Arana Velasco: "Hace mucho tiempo había un señor que vendía cántaros y le faltaban pocos días para cumplir los cien años. El se sentía muy triste porque no sabía cuál era su Nahual. Toda la gente le presumía diciéndole que ellos sí tenían un Nahual y él no.
"Un día que andaba en la calle porque llevaba sus cántaros a vender, pasó por un espejo y se quedó con la boca abierta, vio reflejado un león que traía los mismos cántaros que él llevaba, escuchó las campanadas del templo y se desmayó del susto, cuando despertó ya no estaba en la calle, estaba en su casa.
"Salió otra vez a la calle como si nada hubiera pasado y todo el mundo se le quedó mirando porque ya no era un señor, era un león cargando cántaros."
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Ricardo Yáñez: IsocronÃas
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