D
esde hace 13 años es quien manda en Turquía. Primero como primer ministro y hoy como presidente, cargo en el cual espera durar hasta 2023. Durante todos esos años labró una bien ganada fama de intolerante, enemigo de los derechos civiles, en especial de la libertad de prensa. En cambio es fiel amigo de sus amigos, con los que hace negocio a la sombra del poder.
A sus 60 años, Recep Tayyip Erdogan también es noticia por sus descubrimientos. Recientemente aseguró que no puedes poner a hombres y mujeres en posiciones iguales porque eso va contra la naturaleza
. Además de negar la igualdad entre géneros, definió el papel de la mujer en la religión islámica: ser madre, el más alto que se puede alcanzar
. Y hasta les fijó como meta tener, por lo menos, tres hijos. Sus revelaciones las cerró criticando a los movimientos feministas, incapaces de comprender y aceptar la maternidad
. Esto lo dijo en un foro internacional sobre los derechos de las mujeres en Estambul.
Enemigo del aborto y de la publicidad y venta de bebidas alcohólicas, Erdogan también sorprende por sus conocimientos en otros campos del saber. Como asegurar que los navegantes musulmanes descubrieron el continente americano siglos antes que Cristobal Colón. Si en conocimientos universales es un adelantado, en cambio es un retrógrado cuando se trata de los principios de laicidad vigentes en Turquía desde 1923. Erdogan encamina a ese país por la senda del más rancio conservadurismo en su empeño por crear una nueva Turquía
que se rija por los principios de la religión que él y la mayoría de sus conciudadanos practican: el islam.
No sólo eso: ejerce su alto cargo de manera autoritaria. Para comenzar, acallando las voces que critican su desempeño. Como cuando se logró saber que aprovecha su investidura para realizar negocios diversos junto con su familia y varios políticos afines al régimen. Descubierta la trama de corrupción, la respuesta de Erdogan fue cesar a los jueces y policías que los investigaban. Y atribuir todo a un complot de la oposición.
Los medios de difusión independientes son perseguidos por el mandatario. Hoy Turquía es el país con más periodistas encarcelados y donde se toman medidas para impedir que Internet difunda noticias desfavorables a los que critican su desempeño. Y, sobre todo, su régimen. Sin faltar la campaña de calumnias e insultos de los medios que le son incondicionales contra el Nobel Orhan Pamuk, severo crítico del autoritarismo de Erdogan, quien además aboga por que se reconozca el genocidio cometido contra el puebo armenio, que se inició hace un siglo y que cobró la vida de más de un millón de personas. El nuevo sultán sueña con algo imposible: establecer su imperio otomano y protegerlo de la cultura occidental.
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