La robot y prima ballerina Anuva posa junto a la coreógrafa Abigaíl Jara y el especialista en mecatrónica Hernando Ortega, durante la entrevista con La Jornada en el Instituto de Investigaciones en Matemáticas Aplicadas y en Sistemas de la UNAMFoto Alondra Flores
Una escena del debut de Anuva como bailarina, el pasado junioFoto Cortesía de la compañía Musse
También aparece la mano mecánica que, unida al cuerpo del bailarín, lo convierten en cyborg. Originalmente la pieza fue creada como una prótesis que se mueve dirigida por ondas cerebralesFoto Alondra Flores
La robot Anuva aprende movimientos dancísticos de la mano de la coreógrafa Abigaíl Jara, durante la preparación de la obra Prefiero ser un cyborg que una diosa, que se presenta en el Teatro de la Danza del Centro Cultural del BosqueFoto Alondra Flores
Ensayo de bailarines y Anuva, de una coreografía de Abigaíl Jara y Hernando Ortega, en abril pasado, quienes ahora experimentan en la obra que resultó elegida para clausurar el ciclo Enter, cuando la tecnología entra a la danzaFoto cortesía de la compañía Musse
Alondra Flores
Periódico La Jornada
Jueves 21 de agosto de 2014, p. 3
La mecánica figura de un robot deambula sobre el escenario, el mismo donde la expresión íntima y espontánea del cuerpo es la esencia de la danza. La coreografía, más que dirigir el pensamiento hacia lo artificial, invita a repensar la naturaleza humana.
Al menos así lo propone la obra Prefiero ser un cyborg que una diosa, que hoy se estrena en el Teatro de la Danza del Centro Cultural del Bosque.
Flotan en el aire los delicados trazos al piano de la Gimnopedia no. 1, la más famosa de Erik Satie, mientras que, al seguir el compás, la mano de Anuva, una robot antropomorfa, es extendida con suavidad por la coreógrafa Abigaíl Jara.
Por cara, un óvalo polarizado del que emana el parpadeo de luces roja y azul. Unos metros en la cercanía, frente a la computadora, Hernando Ortega, ingeniero experto en mecatrónica, registra y graba los movimientos.
Ambos conversan en entrevista, al tiempo que hacen los últimos ajustes, antes de la presentación de la obra para bailarines, robots y cyborgs.
Obsolescencia del cuerpo
La obsolescencia del cuerpo es una premisa de esa reflexión dancística. Sin embargo, no se trata de una demostración tecnológica, sino de crear toda una dramaturgia, explica Abigaíl Jara, directora de la compañía Musse.
El discurso de esta obra, explica, gira en torno a cómo nos vamos acercando al tiempo en el que el cuerpo es obsoleto. Por ejemplo, cuando una persona pierde un miembro y se reconstruye mediante una prótesis. La idea es cómo vamos a llegar a un momento en el que el cuerpo ya no sea necesario
.
Hernando Ortega, desde su voz de científico, agrega: Abigaíl habla de la teoría de la singularidad tecnológica y cómo el cuerpo se llena de dispositivos, hasta que el cuerpo biológico ya no será necesario
.
Tres robots en escena son así una prótesis, una extensión del cuerpo de los bailarines. Como coreógrafa, detalla Jara, fue muy impresionante en principio acercarse a una máquina, fría, hecha de fierros y cables. El reto fue encontrar la humanidad en la máquina. Cómo te reflejas en una construcción artificial
.
Ortega, ingeniero en computación especializado en sistemas de captura de movimiento para el cuerpo y dedicado a diseñar robots, cuenta que en uno de los ensayos, con algún movimiento brusco un bailarín jaló los cables y parecía que la máquina quería ahorcarlo, se volvió literalmente loca
.
En un video de los ensayos, entre pasos de danza, una extensión del brazo robótico baila encaramada en un hombre de tres brazos, torpe y artificial.
A punto de ver la obra en el escenario, Hernando Ortega afirma que le gustaría motivar a las personas con la finalidad de que conozcan sobre robótica, esta ciencia en ciernes en nuestro país. Los robots están entre nosotros. No porque seas bailarín, o artista, no puedes acercarte a la robótica, la mecánica o las matemáticas
, invita entusiasmado.
Prefiero ser un cyborg que una diosa clausura el ciclo sobre danza y tecnología en el Centro Cultural del Bosque con presentaciones este fin de semana.
El cuerpo como máquina, y ésta como mediadora en las relaciones, fue el punto nodal en el ciclo Enter, cuando la tecnología entra a la danza, que abrió los telones a tres compañías mexicanas.
La propuesta de la compañía Musse resultó seleccionada en la convocatoria de la Coordinación de Danza del Instituto Nacional de Bellas Artes.
Sin embargo, ya tenían tiempo con la idea de experimentar con robots, sobre la relación de la tecnología y el cuerpo. Hasta donde sé, se ha trabajado en México principalmente con sensores de movimiento, pero con robótica todavía no
, dice Abigaíl Jara.
En escena actúan dos bailarines, tres robots y Hernando Ortega; además, se proyectan videos. En la producción también colaboraron Jonathan Ramírez Díaz de León, responsable del dispositivo escénico y vestuario, y Clarisse Monde, en la iluminación.
En 1944, la escritora estaunidense C.L. Moore publicó el cuento Ninguna mujer nacida, donde narra la historia de Deirdre, una bailarina con el cuerpo destruido en un incendio en la sala del teatro. Entonces, en un acto de amor, su cerebro es colocado en un cuerpo mecánico, metálico, bello, aunque sin rostro. Y al danzar de nuevo sobre el escenario, este cyborg que no es humano ni máquina genera sorpresa, una terrible tensión, un prolongado jadeo: el teatro tembló
. Ella era toda metal.
Ante el debut triunfal, su creador le advirtió: Después de un tiempo te odiarán porque todavía eres hermosa y te perseguirán porque eres distinta... y desvalida. Querida mía, en cuanto la novedad se disipe, tu público se convertirá simplemente en una turba
.
Bailarina sin rostro
Ahora, lejos del mundo de la literatura, Anuva inicia su carrera como bailarina, también sin rostro. La robot creada por Hernando Ortega primero fue una edecán que amablemente ofrecía galletas, luego presentadora de noticias en un canal de televisión durante los Juegos Olímpicos de Invierno 2014 y su última incursión es en el mundo de la danza. Su debut como bailarina fue en el Premio Nacional de Coreografías, en junio pasado, como solista en una pieza corta.
El original fue un pequeño robot que se movía, que apenas alcanza la altura de la rodilla. Nació hace dos años y estaba formado por dos botes de basura, botellitas de plástico y la cabeza. En la propuesta coreográfica, colgado del cuerpo de Abigaíl Jara, funciona ahora como un controlador de Anuva.
Así lo explica Hernando Ortega, durante la entrevista en su cubículo en el Instituto de Investigaciones en Matemáticas Aplicadas y en Sistemas, de la Universidad Nacional Autónoma de México, donde desarrolla parte de sus investigaciones.
Otro de los elementos en el escenario es una mano mecatrónica diseñada por Ortega, quien confiesa saber poco de danza. Esa misma mano, que antes se movía con la Gimnopedia, en realidad es una prótesis que se ha desarrollado para ser manipulada con la mente.
"Cada vez son más presentes los robots en la vida cotidiana. Y así pasará con los cyborgs", explica. Como creador de esta prótesis su propuesta es probar su uso en todos los medios posibles y en la vida cotidiana, hacer pruebas para ir mejorando poco a poco y aprender de las fallas. La han llevado a un bar y a una tienda. Con la danza fue necesario mejorar la máquina para hacer movimientos más amplios y extensos. Así también fue cambiando Anuva. Incluso, fue necesario ayudar a interactuar con los bailarines.
El creador de robots, con cables, metal, botes de basura y programas de computadora, llegó a sentir que las máquinas se revelan. Y también, mis creaciones hacen aquello que yo no puedo hacer
.
La coreografía Prefiero ser un cyborg que una diosa se estrena hoy a las 20 horas en el Teatro de la Danza (Paseo de la Reforma y Campo Marte, estación Auditorio del Metro). Las funciones serán este viernes a las 20 horas, sábado a las 19 y domingo a las 18 horas.
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